
Existen en el mundo muchos libros que tratan temas de ocultismo, esoterismo, magia negra, brujería y satanismo. En tales materias nunca han faltado textos que pretenden iluminar a los incautos iniciados que se atrevan a seguir las oscuras y peligrosas sendas que pretenden abrazar.
No obstante, entre todos estos textos hay unos pocos que no son simple charlatanería sacadineros. Hay unos pocos libros que han sobrevivido el paso del tiempo para desgracia de aquellos incautos que se toparon con ellos. Estos libros han dejado tras de sí casos reales de locura y muerte tras ellos. Por nombrar uno citaré el Unaussprechlichen Kulten, o Cultos sin Nombre, del alemán Von Juntz. Publicado originalmente en 1839 y censurado y reducido poco después, se duda de que actualmente queden más de 6 versiones originales (tal y como las ideo su autor) en el mundo. En primer lugar porque no se imprimieron muchos; y en segundo porque cuando se corrió la voz de cómo había muerto su malogrado autor muchos de los que poseían el libro lo quemaron aterrados. Von Juntz (1795-1840) pasó toda su vida buceando en temas prohibidos. Viajó por todo el mundo y pertenecio a innumerables sociedades secretas. En los densos capítulos del Cultos sin Nombre hay detalles que helarían la sangre al hombre más equilibrado. Leer lo que Von Juntz se atrevió a poner en la imprenta suscita conjeturas inquietantes sonre lo que no se atrevió a decir. Por ejemplo, ¿de qué cuestiones trataban aquellas páginas del manuscrito en el que trabajaba icansablemente meses antes de morir y que se encontró destrozado y esparcido por su habitación cerrada con llave, donde Von Juntz fue hallado muerto con señales de garras en el cuello? Nunca se sabrá, porque su amigo más allegado, el francés Alexis Landeau, después de recomponer los fragmentos y leer el contenido, lo quemó todo y se cortó el cuello con una navaja de afeitar.
Pero no es este oscuro libro alemán el peor de cuantos se hallan esparcidos por la tierra. El título irrenunciable del escrito más impío, cruel y blasfemo que existe es Al-Azif. Sobre el hablaré largo y tendido.
El Al-Azif, que traducido del árabe significa algo así como El Zumbido de los Insectos, fue escrito alrededor del año 738 D.C. Su autor, un poeta árabe llamado Abdul Al-Hazred huyó desde Sanaa hacia el Yemen. Visitó las ruinas de Babilonia y pasó 10 años en el desierto al sur de la península arábiga. De ese desierto se cuentan extrañas historias que aluden a seres grotescos y malvados del folclore árabe preislámico. Al final de su vida, Al-Hazred vivió en Damasco, donde compuso su infame obra. Ese mismo año murió; según la tradición (basada en testimonios visuales y crónicas llegadas hasta nuestros días) fue asesinado y destrozado en pleno día, en presencia de multitud de testigos, por algún tipo de entidad que nadie pudo ver. Se cuentan, además, muchas cosas sobre su locura. Pretendía haber visto la famosa Ilrem, la Ciudad de los Pilares, y haber encontrado bajo las ruinas de una inencontrable ciudad del desierto los anales secretos de una raza más antigua que la humanidad. No participaba de la fe musulmana, adoraba a unas desconocidas entidades a las que llamaba Yog-Sothoth y Nyarlathotep.
En el año 950, el Azif, que había circulado en secreto entre los filósofos de la época, fue traducido ocultamente al griego por Theodorus Philetas de Constantinopla, bajo el título de Necronomicón. Durante un sigo, y debido a su influencia, tuvieron lugar ciertos hechos horribles, por lo que el libro fue prohibido y quemado por el patriarca Michael. Desde entonces no tenemos más que vagas referencias del libro, pero en el 1228, Olaus Wormius encuentra una traducción al latín que fue impresa dos veces, una en el siglo XV, en letras negras (con toda seguridad en Alemania), y otra en el siglo XVII (probablemente en España). Ninguna de las dos ediciones lleva ningún tipo de aclaración, de tal forma que es sólo por su tipografía que se supone la fecha y el lugar de impresión. La obra, tanto en su versión griega como en la latina, fue prohibida por el Papa Gregorio IX, en el 1232, poco después de que su traducción al latín fuese un poderoso foco de atención. La edición árabe original se perdió en los tiempos de Wormius. Hay vagas alusiones sobre la existencia de una copia secreta encontrada en San Francisco a principios de siglo, pero que desapareció en el gran incendio. No hay ningún rastro de la versión griega, impresa en Italia, entre el 1500 y el 1550, después del incendio que tuvo lugar en la biblioteca de cierto personaje de Salem, en 1692. Igualmente, existía una traducción del doctor Dee, jamás impresa, basada en el manuscrito original. Los textos latinos que aún subsisten, uno (del siglo XV) está guardado en el Museo Británico y el otro (del sigo XV) se halla en la Biblioteca Nacional de París. Una edición del siglo XVII se encuentra en la Biblioteca de Wiedener de Harvard y otra en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic, en Arkham; mientras que hay una más en la biblioteca de la Universidad de Buenos Aires. Probablemente existían más copias secretas, y se rumoreaba persistentemente que una copia del siglo XV fue a parar a la colección de un célebre millonario norteamericano. Existe otro rumor que asegura que una copia del texto griego del siglo XVI es propiedad de la familia Pickman de Salem; pero es casi seguro que esta copia desapareció, al mismo tiempo que el artista R.U. Pickman, en 1926.
Muchos os preguntaréis, a estas alturas de la entrada, de qué trata el texto. Pues bien, empecemos esta aclaración por su nombre. La traducción al griego, Necronomicon, viene a significar algo así como El Libro de los Nombres Muertos. Se trata de un texto, en cierto modo religioso, con las características de un libro de ritos para ser usado en ceremonias de culto. En sus páginas hay numerosas fórmulas para abrir la puerta a este mundo a seres más antiguos que la humanidad, para los que los hombres tiene la misma importancia que para nosotros pueden tener las hormigas. Es decir, poseerían una moral totalmente ajena a la nuestra. Este libro, como se ha dicho, contiene fórmulas para llamar a estas entidades. No obstante, la prudencia, basada en la lamentable experiencia de incautos lectores, aconseja no leer nunca sus páginas en voz más alta que un susurro. A parte de estas fórmulas rituales posee crónicas e historias relativas a estos seres, así como acontecimientos importantes o descripciones de otras razas que pueblan el Universo, razas estas felizmente desconocidas.
Una de las frases más reconocidas de este libro es el díptico:
Que no está muerto lo que puede yacer eternamente;
y en eones extraños puede morir la muerte.
El cual parece hacer referencia a alguna entidad que aguarda el momento de alzarse.
A pesar de todo lo dicho se trata de uno de los libros más buscados y deseados, sobre todo por incautos que no alcanzan a conocer las consecuencias para aquellos que posen sus ojos encima.
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¿Os ha gustado? Pues debéis saber algo: El Necronomicon no es más que una leyenda urbana, un texto inexistente creado por H. P. Lovecraft para crear mejor ambientación y trasfondo a la cosmogonia de sus Mitos de Cthulhu, que en ciertos aspectos presenta similitudes con cualquier religión (salvando las distancias de la perversión y moral totalmente ajena a la humana de las enseñanzas de dichos mitos).
Lovecraft se lo inventó en torno a 1922, y cuando sus escritos comenzaron a ampliarse con las contribuciones de sus amigos (August Derleth, C.A. Smith, R. E. Howard, Robert Bloch), estos comenzaron a introducir también textos para ampliar dicho perverso Universo, textos como el Cultos sin Nombre, el De Vermiis Mysteris, los Manuscritos Pnakóticos, etc.
De hecho el nombre del autor, Al-Hazred, es un juego de palabras que Lovecraft inventó después de leer Las 1001 Noches, antes de cumplir 10 años, que quiere decir All Has Red (el que lo ha leído todo).
No obstante lo peculiar y hermoso de esta leyenda es que, aparte de ser puramente literaria, muchas personalidades han contribuido a propagarla. Por ejemplo, Jorge Luis Borges creó una ficha en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires; y en 1960, en los archivos de la Universidad de California se descubrió la siguiente entrada:
BL 430
A 47
B
Al-Hazred, Abdul------------aprox 738 D.C.
NECRONOMICON (Al-Azif), de Abdul Al-Hazred,
traducido del griego por Olaus Wormius, xiii, 760 págs.
grabados en madera, enc. tamaño folio (62 cm).
Toledo, 1647.
Obra sin duda de un estudiante bromista, pues la sección BL 430 indica religiones primitivas, y la letra B hace referencia a un armario cerrado bajo llave, que contiene libros que no deben ser vistos por cualquiera.
Espero que hayáis disfrutado leyendo esta entrada.
Nota: En este artículo se han usado textos de H.P. Lovecraft, de Robert E. Howard, y de Rafael Llopis.
ciertamente los datos conferidos por su persona son de muy clara indole y la verdad solo pudiendo opinar al ser alguien q es un estudioso del tema creo q devo mensionar que no deveria aser al final de su comentario una especie de mofa alo argumenta sin haber tenido pleno conocimiento practico y estudio cientifico del tema para normal puesto q bastantes temas atribuidos a lo mensinado por su persona solomante llegan aser concluidos como inesplicabes y fuera del concepto logico dela fisica o logica comprendida por los echos concretos
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